Sento Forment i Romero pintor y escultor valenciano.

Profesor en la Esuela de Arte y Superior de Diseño en Valencia.

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Pintor, escultor y profesor de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Valencia Invierno de 1982 Técnica: mixta Dimensiones: 160 x 60 cm

ANDRÓGINO Y DIECISÉIS MÁS

Un día mi hermana me pidió un cuadro para su habitación. Yo estaba poseído por la fiebre de la simbología y, al tiempo. me preguntaba perentoriamente (tenía veintidós años) qué era la vida, qué es el amor, qué es un hombre, qué quiere. Vivía entonces una etapa de formación en la que me molestaba muchísimo ir a una galería de arte y salir sin haber comprendido nada. Yo había estudiado el bachillerato, cogía un libro y lo entendía, iba a una galería de arte recomendada por mis profesores y por mis condiscípulos y salía lo antes posible por si a algún simple se le ocurría pedirme la opinión. De ahí salió mi afición a los diccionarios. a los atlas. a las enciclopedias y a las guías de todo tipo. Poco a poco llegué a la determinación de que sólo haría obras que se explicaran a sí mismas: que hablarían lo más claro posible y, si eso no ocurría, confeccionaría guías de apoyo. Como decía, estaba enfermo de simbologitis. Me compré un diccionario de símbolos (el de JUAN-EDUARDO CIRLOT), comencé a abocetar el cuadro y a reunir materiales de significación y de degustación, pero prevalecieron siempre los materiales de significado. Tropecé, hojeando mi diccionario, con una imagen simbólica cuyo contenido me marcó para siempre: el andrógino. El símbolo de la totalidad, el símbolo de la añorada completitud, la naranja entera. Aquí se me disparó la imaginación. Cogí el diccionario y, tomando la jerarquía del andrógino, fui preñando el cuadro. Tenía visiones mentales (dos en uno. dos en uno. dos en uno se repetía siempre). Perseguía la vida, la vida feliz, la vida plena. Y me enredé entre símbolos. Caí en la multiplicidad de tantas cosas como quería introducir. Sin embargo, ¿no es el campo de la multiplicidad el mundo donde vivimos? ¿No es allí donde debía enviar a mi andrógino? Por fortuna mi cuadro guardaba las formas de la jerarquía. La multiplicidad quedó relegada a la región de los personajes, al ámbito de lo mundano, la regiduría se guardó pura. De cualquier modo, si quería personajes debía de hacer faces (caras) y tenían que ser dos, pero dos en uno . Tropezando y tropezando fui encontrando significados que querían signos en donde apoyar­ se y de repente después de fastidiar muchos papeles, encontré el patrón. Dos personajes heteróclitos y un eje de tres símbolos loca les que proporcionaban la forma de los personajes: un ojo. una bocanariz y un corazón apolíneo (solar) asaetado. Seamos sistemáticos y expliquemos los cuatro símbolos fundamenta es . Un momento, primero aclararé la apreciación activa del cuadro. Está montado sobre unos rieles deslizantes. En los rieles discurren los dos personajes a voluntad del espectador. Lo mismo se pueden separar los dos del eje central que alejar uno sólo (el cuadro perquiere el desequilibrio y se ladea como una balanza); que dejarlos ayuntados, conviene probarlo todo que para eso se ha hecho. Según se haga, unas partes quieren más al ojo del espectador que otras, según se haga. Y ahora sí, pasemos al detalle. EL OJO: Como el resto del eje central no pertenece a ninguno de los personajes, sino a los dos, constituyendo la forma que genera los ceños y las narices. Si los personajes están apretados gana el ojo. por que se pierden los perfiles y se procura toda la atención. No faltan grandes personas que, en una lectura apresurada. asocian el ojo al pubis de la mujer, pero no era esa mi intención, quizá sea la forma... Yo entendía el ojo según mi diccionario, es decir. lo que ve; y además asociado a una morfología triangular con tendencia esférica significa el ojo de Dios, al menos de alguna clase de dios. No obstante, la nariz de los personajes requería que el triángulo apuntara abajo. Encontré buena la casualidad. Insistiendo en la idea de que no se trata de un ojo humano le pinté el iris con todos los colores del arco iris, trepané la pupila y le di hondura con negro. LA BOCANARIZ: Si tuviera dos fosas nasales parecería un cerdo. Preferí una, al fin y al cabo no estaba representando a una persona de carne y hueso. Por el color le di carne y por los labios rojos aumenté la carne. Mi diccionario decía que la boca simboliza el verbo hacia fuera y la devoración hacia dentro. Como todo mor­tal yo preferí el primer significado, rojo y carnoso. EL CORAZÓN ASAETADO: Como un nudo en la cuerda tensa mira el ojo del espectador este corazón. Los antiguos daban por verdad que la inteligencia se hallaba en el corazón. Los tiempos modernos han ascendido el atributo y allí ha quedado relegado el ególatra mundo de la pasión y los afectos; pero cuidado, aquí el corazón es solar, apolíneo, luminoso. De tanta insolación se quemó, no se murió, tuvo flechazo y tampoco murió, cuidado (véase el diccionario). LAS DOS FACES: Las dos faces quisieran representar el mundo entero, la multiplicidad. El campo de batalla, los aciertos y los yerros. el tablero de ajedrez. Sólo cuentan las casillas negras, las blancas separan y completan el símbolo. No existen relaciones de contigüidad, cada símbolo se ha ido colocando por donde ha­bía sitio y donde, por intuición, parecía que quedaba bien. Encajan con el eje central dibujando dos caras como en un espejo. Tienen su pelo ensangrentado (donde ascendió la inteligencia), su cuenca de ojos, su nariz, su boca, su pecho y hasta su falo y su vagina sueltamente aherrojados. Disfrazado en sus campos se sobrepone el símbolo del infinito, la correa sin fin, en cuyas zonas de virado se hallan dos autocuadernos gemelos en lenguas distintas, la paterno-materna y la escolar, el catalán y el castellano, de derecha a izquierda respectivamente. En sus extremos tienen apernados dos mangos de bicicleta,rojo a la izquierda y verde el otro, colores contrapuestos (complementarios o de máximo contraste). Sirven para separar o juntar las faces sobre el carril, para trasladar el cuadro de un sitio a otro, o bien para asirlo como al manillar de una bicicleta, para conducir (aunque esta función, siendo simbólica, no creo que se tome nunca al pié de la letra, se daría uno contra la pared). Finalmente, quisiera señalar un último símbolo (ya dije antes que quería mi cuadro preñado y, como saben todas las madres el embarazo afecta a toda la fisiología del cuerpo) que quizá pasa desapercibido: el cordón trifásico. De él pende toda la pieza. Es una trenza confeccionada con tres cordones de pasamanería, uno amarillo, otro rojo y el tercero azul, los colores llamados fundamentales. Si el espectador tiene tiempo y quiere distraerse puede buscar en el diccionario que forma parte del cuadro alguna de las siguientes voces: andrógino, color, multiplicidad, ajedrez, herrero (hierro y estaño no están) corazón, rostro, sello, cubo, dragón, efigie, ojo, triángulo, boca, tres, cerrojo, nariz, dos, llave, el yin y el yang (postal), cruz, oro (tiene los bordes pintados con purpurina), cabello, cuadrado, mango (en este diccionario no está), cabeza ...